El hombre remoja su pañuelo en el agua del lavabo. Se lo pone en la frente. Jesús entra al baño. Mira en el piso gotas de sangre. Cuida de no pisarlas, va a los mingitorios. Un gordo sale del excusado fajándose los pantalones. El hombre se limpia la cara y enjuaga su pañuelo. Sale del baño. El gordo se lava las manos. Jesús lo mira atentamente. El gordo se siente observado, mira molesta a Jesús que no está orinando. Jesús simula haber terminado y se acerca al lavabo sonriendo, su aspecto es lastimero. El gordo se seca las manos y sale de ahí meneando la cabeza. Jesús abre el grifo, finge lavarse. Luego de unos instantes se asoma por debajo de las cabinas, asegurándose de que no haya nadie más. Mira las gotas de sangre. Se inclina lenta, religiosamente frente a ellas. No hay nadie. Presa de un instinto irresistible, de una fuerza casi ajena, abre la boca y… lame la sangre. El ruido de la llave abierta es como una sinfonía enfermiza para la imagen de un hombre maduro, de smoking... lamiendo el piso de un excusado. Alguien cierra el agua. Jesús voltea para investigar. Recibe una patada en la cara. Cae al suelo inconsciente. Unas manos le hurgan los bolsillos, saca las llaves del Peugeot.Del guión de La Invención de Cronos, de Guillermo del Toro.
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