Siempre quise viajar a New Orleans. En alguna ocasión pensamos en irnos manejando desde Monterrey; incluso planeamos la ruta en un mapa, hicimos un itinerario y todo. Al final no se hizo; lo dejamos "para después". Quería ver el New Orleans del blues y el jazz, de los cementerios y la superstición, el color y la decadencia. Pero ahora New Orleans está sumergida bajo el agua y convertida en un mundo post-apocalíptico digno de una película de Romero o Carpenter. Imposible saber si ese New Orleans con el que tanto fantasee volverá a existir.
Es impresionante como la nación más poderosa del mundo, la policía mundial, se ha visto incapacitada para manejar esta emergencia. Han pasado ya cinco o seis días y -al menos según los medios- el caos reina en la ciudad. El Sumo Sacerdote Bush -que estaba de vacaciones, como siempre- no viajó de inmediato a la zona; incluso le dio tiempo de pasar a una cena con empresarios en California antes de visitar la zona devastada. La Guardia Nacional llegó tarde, y no tenía el poder humano suficiente para hacer algo, por lo que tuvo que mandar llamar a efectivos que estaban de servicio en Irak y que ahora patrullan la ciudad con armas de alto poder en las manos, "listos para disparar a matar si es necesario", según dijo la Gobernadora Blanco. Tampoco parecía haber suficientes helicópteros como para rescatar a todos los que han quedado atrapados en medio de las aguas; de nuevo tuvieron que traerlos de Irak y otras partes en donde los gringos juegan a la guerra.
Pero si el panorama completo parece irreal, no se compara en nada a los detalles que nos ha dejado esta tragedia. Desde los saqueos de tiendas por toda la ciudad (en el que participaron policías urbanos) justo después del paso del huracán, pasando por los pies de foto de alguna grande agencia noticiosa, en la que se decía bajo las fotos de afroamericanos que estaban "saqueando" y "robando", mientras que en las de los blancos se decía que habían "encontrado" mercancías o comida. Y eso fue sólo el primero o segundo día. Desde entonces hay informes constantes de brotes de violencia, asesinatos, robos, incendios, vandalismo, violaciones. También hubo un reporte de un francotirador que disparó contra personal sanitario mientras trataban de desalojar un hospital afectado por la inundación, y a los helicópteros que estaban sobrevolando la ciudad hubo quienes les dispararon, tratando de ahuyentarlos o tirarlos, qué se yo. Las catastrofes naturales definitivamente sacan lo mejor de las personas.
Las notas más impresionantes son quizá las que hablan de la situación en el Superdome. Las tuberías se taparon y los baños se desbordaron. Las personas se vieron forzadas a realizar sus necesidades en esquinas del lugar. La mierda se apila. Las personas orinan por todos lados. Nadie se ha podido lavar, y muchos no tienen zapatos o camisas. Hay cadáveres tirados por el lugar. Un testigo hablan de al menos siete cuerpos que estaban en la entrada, incluído el de una anciana sentada en una silla de ruedas. La comida escasea. Ha habido muchas peleas y dos casos de violaciones, entre ellos la de un niño. Díganme si no es un escenario como de Silent Hill o alguna película de zombies.
Al parecer desde anoche miles de efectivos de la Guardia Nacional (que deberían de haber estado ahi desde el primer día, pues las catástrofes de esta índole están en sus prioridades) han llegado con armas, agua, comida y combustible. El orden probablemente será reestablecido y comenzarán las decisiones sobre qué hacer. Se que es mucho pedir que estos cinco días sirvan al Gobierno de Estados Unidos para el análisis y la autocrítica. El país más poderoso del mundo.
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