
Que audacia de Richard Linklater. Ese afán de experimentar con la experiencia (valga la redundancia) cinematográfica es la que al final crea películas que logran trascender, y sin duda lo ha logrado con Before Sunrise y Before Sunset, que no sólo son una preciosa historia de amor, sino verdaderos logros en cuanto al juego de la temporalidad del cine, así como de la colaboración entre director y actores. En menos de 200 minutos de metraje (el de las dos películas juntas) somos testigos de un diálogo inteligente (aunque a veces, por su propia naturaleza y la del espectador como voyeur, parezca bobo) y del acercamiento (coqueteo casual, cortejo directo, reto existencial) de dos mentes, en una situación con la que todos podemos identificarnos en algún momento de la película.
Mucha gente la ha criticado como "pretenciosa", pero en realidad es sólo una continuación de los temas que Linklater ha planteado en otras películas, como Slacker, Dazed and Confused y Waking Life. El desarrollo de esas dudas y de esa exploración es más que evidente en la forma en la que aborda la historia de amor entre Jesse y Celine, primero de una forma juguetona y más inocente (en el sentido de la visión de los personajes hacia el mundo) en Before Sunrise, y ahora quizá un poco más amarga y profunda en Before Sunset. Precisamente esa es una de las cosas que más me gustaron de la película: a pesar de tratarse de una misma conversación (aunque con una pausa de nueve años) se puede sentir el dolor, las dudas, las diferentes perspectivas de la vida, etc. que cada personaje tenía en cada uno de los momentos de su vida en los que se encuentran. Primero está el sentimiento de que todo es posible, de que la vida está ahi esperando a que la tomen. Después, la amargura, la revelación de que las cosas no han salido como ellos esperaban y la duda de lo que podría haber sido. Cada uno de estos rasgos (tan bien construídos en diálogos y acciones por Linklater, Ethan Hawke y Julie Delpy) hacen que la historia de Jesse y Celine cobre vida, y que se tenga la esperanza de que este diálogo sea revisitado algunas veces más (¿quizá cada nueve años?) para ver como las vidas de estos dos convergen o divergen.
Si el diálogo entre estos dos personajes es ya motivo suficiente para caer enamorado ante estas dos películas, es bastante admirable la forma en la que Linklater aborda ambas películas desde un punto de vista técnico. La cámara como un personaje más que sigue a la pareja por las calles de Viena o París, presentando todo casi en tiempo real, sin efectismos ni trucos, y siempre manteniéndose a la distancia necesaria para apreciar el momento, acercándose a sus rostros o alejándose para enseñarnos a los dos en el contexto de su tiempo y su espacio.
Por ahora esta conversación queda truncada. Celine, bailando mientras imita a Nina Simone y se sirve té, voltea con Jesse y le dice que va a perder su vuelo, viaje que lo llevaría de vuelta con su esposa y su hijo. Él lo sabe, pero no se mueve de ese sofá, fascinado de nuevo por esa francesa y ese encuentro. Y la pantalla se va a negros con la música de Simone mientras todos nos imaginamos lo que Jesse hará después, o quizá preguntándonos que haríamos nosotros si estuvieramos en su lugar.
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