16.9.03

REWIND: 28 de Agosto, 2002

Coincidir

Hace unos cuatro años, en una convención de cómics en San Diego, me estaba tomando un cafecito con mi amigo Francisco Ruiz Velasco cuando noté una cara familiar en una mesa cercana. Era Rubén Blades. Me acerqué a él, me presenté y nos hablamos un rato. No lo sabía, pero el es coleccionista de cómics clásicos, además de ser un gran músico, actor, abogado y activista político, así que nuestra conversación abarcó desde el Hombre Araña hasta Panamá, México y mil cosas más.

Hace como semana y media, regresaba a casa después de un día de trabajo pesado en Alcalá de Henares cuando por casualidad me lo volví a encontrar, esta vez caminando frente al Congreso de Diputados de Madrid. Pasó a un lado de mí y apenas alcancé a distinguirlo con el rabillo del ojo, pero era inconfundible. Además, esa mañana había leído en El País que se encontraba en España filmando una película con Antonio Banderas y Emma Thompson, así que tenía que ser él. Regresé, llamé su nombre y se detuvo. Se acordó de aquella vez que coincidimos en San Diego, así que afortunadamente el momento no fue del todo incómodo.

Cuando lo detuve se dirigía a cenar, así que me invitó a acompañarlo. No tenía hambre, pero acepté acompañarlo con un par de cañas. Caminamos juntos por el centro de Madrid, cruzando la Puerta del Sol mientras evadíamos a toda la gente que salía de sus oficinas o que salía del Corte Inglés cargando bolsas de latas, comida, vino y pan. Rubén camina rápido, y entre tanta gente no era fácil seguirle el paso.

De la masa anónima que invade el centro de Madrid a esa hora salió un resplandor; eran los rostros de dos adolescentes que se iluminaron en cuanto creyeron ver a Rubén. Nos siguieron unos diez metros mientras caminábamos y hablábamos -Rubén ni las había notado- hasta que se atrevieron a pararlo y pedirle un autógrafo. Saqué una pluma de mi mochila y Rubén firmó un par de autógrafos en unos flyers de un lugar de kebabs que un inmigrante marroquí nos había dado en la esquina de Sol con Carretas.

Por fin llegamos al Museo del Jamón. Un filete con patatas, ensalada, unas patatas bravas y aceitunas, además de la primera ronda de cañas. Dobles, para no tener que repostar de inmediato. Otra vez hablamos de todo un poco: cine, Celia, Maná (no pregunten), Fidel y el Che, Marcos, inmigración, música, Robert Rodríguez, los cómics de Ladronn y Jodorowsky, internet y -de nuevo- el Hombre Araña. Se acabó el filete y pidió uno más. Y otra ronda de cervezas.

La verdad es que la sencillez de este hombre es increíble. Esta era apenas la segunda vez que nos veíamos y ahi estábamos, hablando como viejos amigos, bebiendo cerveza en el centro de Madrid. Al terminar propuso continuar con un café y lo lleve al Ducados, donde seguimos platicando. Fue una buena noche: buena plática, buena compañía, cervezas frías y la noche madrileña.

Durante el tiempo que siguió en Madrid haciendo la película nos encontramos un par de veces y hablamos algunas otras por teléfono. Siempre prometíamos repetir la cena y la plática, pero nunca se pudo-- dejamos muchos temas a medias y algunas ideas pendientes. Tendremos que confiar en que nos volvamos a encontrar por casualidad en otra ciudad del mundo para repetir la experiencia.

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