4.10.02

Aliento a alcohol

No estaba de buen humor hoy. Había estado trabajando un buen rato en casa; escribiendo y arreglando cosas que todavía tengo que mandarle a Nosochu y Daniel Ortíz, y que no he podido acabar por muchas razones. Pero no podía seguir trabajando... me sentía encerrado, así que salí. Traté de comprar boletos para Lugares Comunes, de Adolfo Aristaráin, pero el cine estaba completo. Eran las 10:30 de la noche y la Gran Vía estaba llena de gente; sobre todo gente joven, lista para irse de marcha. Yo quería irme por ahi, perder el tiempo, tomarme una cerveza... y me fui a uno de mis lugares favoritos en Madrid. El Café Jazz Populart. Al son de unos sabrosos blues del Tonky Blues Band me tomé varias cervezas en el local, que estaba a reventar. Coqueteé con la nueva barman (¿barwoman?), platiqué con una chava mexicana que estudia periodismo en Barcelona, hablé de futbol con un francés medio mamón... y después de los dos pases de la banda, salí a la calle. Me tomé otras cervezas en un bar cercano, y después el camino a casa.

¡Ah, Madrid de madrugada! Yo creo que es a la hora que la prefiero... las calles llenas de gente de todas clases. Las actividades que se traslapan: los trabajadores levantados para ir a su curro y los jóvenes que aun vagan buscando una cerveza. Putas, chulos, camellos, borrachos, currantes, músicos, pijos... todos bajo el cielo oscuro de Madrid.

Comencé el camino a casa por la Gran Vía. Está llena de rostros conocidos para los que la recorremos frecuentemente. Tenía hambre, así que en una esquina me paré a comprar una plato de arroz cocido con pollo a una chica china que siempre saludo por ahí. La Gran Vía (como otras calles de Madrid) siempre está llena de chinos que ofrecen bocatas de chorizo o jamón y platos de arroz o tallarines con pollo o ternera. Esta chica a la que suelo comprarle la comida siempre es amable; te atiende con una sonrisa, dice "hola", "adiós" y "gracias"... lo cuál es mucho pedir para el camarero madrileño promedio. Compré un plato de arroz con pollo y me senté cerca de ella a comerlo, mientras veía pasar a la gente. Muchos se paraban a comprar arroz, tallarines, refrescos o cervezas (a estas horas sólo con los chinos se pueden comprar cervezas en la calle).

Tres pendejetes adolescentes (los hay, obviamente, de todas las edades) se pararon a comprar cervezas. "Un euro cada una", dijo ella. "Quiero tres. Sólo tengo 1.75", dijo el pendejete que se encargaba de la transacción. "Son tres euros", dijo la chica. Después de buscar, consiguieron juntar dos euros. "Anda... te he comprado siete cervezas esta noche, dame una gratis", dice el pendejete mayor. "No puedo. Son tres euros", dice ella. Uno de los pendejetes decide hacerse el gracioso. "Dos eulos, anda, chinita. Yo complalte celveza. Dos eulos". Se estaba poniéndo muy pesado, y a pesar de todo, la chica permanecía en los uyo, tranquila, como si no se dira cuenta (¿o quizá ya se acostumbro?). "Son tres euros".

"Anda, pol favol, dos eulos". Y ahi es donde ya no pude más. Había estado tan tranquilo a un par de metros de ahi, comiéndo mi arroz, pero pensé que ya había sido demasiado. "Ya estuvo bueno de bromitas, ¿no? Tres euros y se chingó... o si no, dos cervezas. ¿Vale?". Parece que entendieron. Dos cervezas. Y hasta luego. Como hay pendejos en el mundo.

Después de cenar regresaba -por fin- a casa. A media Gran Vía desde hace unos meses se llena de prostitutas africanas. Si pasas por ahi de madrugada, te chiflan, se acercan, tratan de ganar clientes. Hay una que se me ha acercado mucho, una negra de Jamaica muy simpática, a la que he bautizado como Miss Jamaica (dice que se llama Joyce). Miss Jamaica siempre se me acerca... "C'mon, I give you good blowjob, you not sleep alone tonight". Eso es casi siempre, aunque ya las últimas veces se ha vuelto una especie de broma entre nosotros. Ella insiste, yo me niego; todo un jueguito.

Y ahora sí, por fin, a la casa. A dos cuadras de mi casa, en la fuente de la Cibeles, está lleno de mantas y pancartas de los sindicatos laborales, Comisiones Obresas y UGT. Camiones llenos de gente de toda España comenzaban a llegar. En unas horas habrá una manifestación multitudinaria contra las últimas medidas del gobierno español, que -en pocas palabras- dan por culo al trabajador español. Me había olvidado que esto era hoy sábado... y todo ya está en marcha. Si me levanto saldré a tomar algunas fotos a la manifestación, ver qué pasa por ahi. Y mientras estos trabajadores llegan, muchos de ellos recién despedidos, o sin contrato, o parados desde hace años, los adolescentes pedos caminan por la calle, esperan el camión que los lleve a casa; las parejas se besan antes de despedirse después de una noche de cachondeo; los immigrantes llegan desde sus casas en las afueras de Madrid a sus trabajos de camareros, barrenderos, conserjes, asistentes. Y la vida sigue.

Toda la noche tuve el blues en mi cabeza. Y ahora, mientras escribo esto, suena Real de Catorce en el CD player. No hay mejor banda sonora para este momento.

Pasan las horas
No puedo olvidarla
Me se sus manos
Toqué su carne blanda
Sus uñas rojas
Razgaron mi vientre
Su aliento a alcohol
Me embriagó de amor


Y la vida sigue.

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