Mi padre llegó el lunes a Mexicali; le avisamos de la muerte de mi abuela en México, recién llegado de su semana por Buenos Aires, y decidió venir para acá en lugar de viajar a Monterrey. La verdad es que lo necesitábamos, sobre todo mi madre que tiene mucho tiempo de no verlo.
Fueron días difíciles, dolorosos, surrealistas por momentos... no se si nos ha acabado de caer el veinte a todos; de lo que si estoy seguro es que no nos hemos desahogado todavía y no se cuando podremos hacerlo. ¿Cómo hablar de ese dolor tan agudo, esa desesperación, esa impotencia, esa decepción? Podría vomitarlo todo en este blog y arrepentirme al día siguiente, cortar cabezas y hacer corajes... pero no vale la pena. Todo cae por su propio peso; las acciones siempre dicen más que las palabras.
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