Madrid, hoy:
Un poeta sentado en la Gran Vía, frente a la Casa del Libro. Con su cara gris y los ojos llorosos decía a los que pasaban frente a él: "le doy mi poesía por lo que sea su voluntad". Si alguien le daba unas monedas escribía un par de versos en una hoja blanca con su bolígrafo color azul. No me atreví a tomarle una fotografía.Un par de junkies sentados en una banca de la Plaza del Rey. Ella le inyectaba a él en un brazo completamente tatuado. Me pregunté cómo encontró la vena. Él la acariciaba en el cuello y el pecho con la mano que tenía libre. Le dio un tierno beso de buenas noches y se durmió en su regazo. Cuando ella me vio observándolos, me sonrío.
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