Ciudade de Deus, de Fernando Meirelles
Cruda y violenta, pero llena de una alegría que no es más que un escudo para ocultar la desesperación. Casi podemos sentir el calor que hace sudar a los protagonistas, habitantes de la favela de Rio que da título a esta película. Una clara denuncia social, basada en hechos reales, pero contada con un estilo y una maestría que la hará llegar a todos lados. Como si los hermanos Wachowsky dirigieran una película de Ken Loach. Ciudade de Deus es una película que deja boquiabierto al espectador, que no le da tiempo de tomarse un respiro ante el torrente de información y de impactantes imágenes que le deja caer encima. Es una extraña belleza la de esta película, una belleza que nace de la miseria de un lugar, de los cuerpos y las almas de unos hombres desesperados y sin salida. Una pistola representa el respeto. El crimen es el único modo de vida que se conoce. Un muerto más en las favelas no importa.En la forma se puede reconocer a un director con una amplia experiencia en el cine publicitario. Esto, a pesar de lo que puedan decir algunos puristas y críticos, no desmerece para nada una historia que tiene que conocerse, porque no es exclusiva a Brasil y representa sin duda todo lo que está mal con el mundo hoy en día. ¿De dónde viene el problema? Pareciera que no queremos saberlo. Y para muchos la solución está en dejar que esos niños/hombres se maten entre ellos. Pasó incluso con Pixote, quizá el más celebre hijo de las favelas, quien fue tiroteado por la policía una vez que su estrella se había apagado.
He leído que esta película causó un gran alboroto social al estrenarse en Brasil en plena campaña electoral, y que pudo haber sido uno de los elementos que llevaron a Lula Da Silva al poder. Si es así, pocas veces el cine ha servido tan bien como ventana hacia el mundo que se desconoce o, como en esta ocasión, que no se quiere conocer.
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